jueves, 31 de diciembre de 2009

"ENTRE MI CASA Y TU CASA" muestra de artes y oficios


Algo maravilloso pasó el día de apertura: una niña se acercó y me regaló este cuento...
Gracias!!!

LA SOMBRERA (un cuento de María Elena Walsh)

Había una vez un árbol tan bueno, pero tan bueno, que además de sombra daba sombreros.
Este árbol se llamaba Sombrera y crecía en una esquina del bosque de Gulubú.
Las gentes que vivían cerca acudían al árbol pacíficamente todas las primaveras, cortaban los sombreros con suavidad y los elegían sin pelearse: esta gorra para ti, este bonete para mamá, esta galera para el de más allá, este birrete para mí.
Pero un día llegó al bosque un comerciante muy rico y sinvergüenza llamado Platini.
Atropelló a todos los vecinos gritando:
- Basta, todos estos sombreros son para mí, me llevo el árbol a mi palacio!
Todo el mundo vio con gran tristeza cómo el horrible señor Platini mandaba a sus sirvientes a desenterrar el árbol.
Los sirvientes lo desenterraron y lo acostaron sobre un lujoso automóvil de oro con perlitas.
Una vez en el palacio, el señor Platini mando plantar la Sombrera en su jardín.
El árbol crecía raquítico y de mala gana, cosa que enfurecía al horrible señor Platini.
El señor esperaba que floreciera para poner una sombrería y vender los sombreros carísimos y con ese dinero comprarse tres vacas y luego venderlas, y con el dinero comprarse un coche y venderlo, y con el dinero comprarse un montón de dinero y guardarlo.
Por fin llego la primavera, y el árbol floreció de mala gana unos cuantos sombreritos descoloridos.
El señor quiso mandarlos cortar inmediatamente, pero el Viento, que se había enterado de toda la historia, se puso furioso.
Y el Viento dijo:
- Yo siempre he sido amigo de de los vecinos de Gulubú, no voy a permitir que le roben sus sombreros así nomás.
Y se puso a soplar como un condenado, arrancando a todos los sombreros del árbol.
El señor Platini y todos sus sirvientes salieron corriendo detrás de sus sombreros, pero nunca los pudieron alcanzar.
Corrieron y corrieron y corrieron hasta llegar muy lejos, muy lejos del bosque de Gulubú y perderse en el desierto de Guilibí.
Entonces los vecinos aprovecharon y se metieron en el jardín del señor Platini y volvieron a transplantar a su querido árbol en el bosque de Gulubú.
El Viento estaba muerto de risa, y el árbol recobró pronto la salud.
Cuando volvió a florecer, los vecinos volvieron a cosechar sus sombreros sin pelearse.
Y el señor Platini se quedó solo y aburrido en el desierto sin sombrería, sin tres vacas, sin coche, en medio palacio y, lo que le daba más pena, sin su montón de dinero.
Ah! y sin sombrero.

Y de esta manera se acaba el cuento de la Sombrera.